Tamales de iguanita


En el letrero del Santa Claus aparece el año en que fue hecha esta foto. Finales de 1957, y tú estabas a menos de tres meses de cumplir 8 años. Es de las pocas fotos tuyas siendo niño. La otra está en casa, enmarcada, tienes como uno o dos años y estás con una figura del perro Pluto. No logro reconocerlo pero seguramente es el parque que está frente al mercado, cerca de la iglesia, a la vuelta de la casa de mi abuelita Lolis y donde hasta ahora vive mi tía Irma; donde creciste.

Quizás desde mucho antes ya rondaban por las calles de la ciudad Santa Clauses, mezclándose con Reyes Magos y sus respectivos caballos, elefantes y camellos de fibra de vidrio, en busca de gente que se hiciera fotos con ellos para inmortalizar esos momentos llenos de luces, regalos, piñatas y el inconfundible olor a ponche y tejocotes, entre otros, de las Posadas.


Adivina quién se quedó con el regalo. ¿Edgar, yo... o el clon?


Y cuando digo "rondaban por las calles de la ciudad" es porque prácticamente te los podías encontrar en cualquier sitio, no sólo en lugares concurridos como plazas y parques, sino que iban incluso casa por casa llamando a las puertas. Los había de todo tipo, altos y bajos, gordos y flacos (estos últimos rellenos de esponja debajo del traje), blancos y morenitos. Pero nunca había visto uno con máscara como el que te encontraste tú, o mejor dicho, te encontró a ti, días antes de iniciar el 58.

Adivina para quién son los zapatos. ¿Para mi o para el clon?

Yo siempre creí que los regalos que llevaban como utilería para la foto se los dejaban a los niños después de haber cumplido su objetivo, pero no, la pelota o las cajas, que seguramente estaban vacías, se las llevaban con ellos dejándote con un signo de interrogación en la cabeza. ¿Un Santa Claus que no da regalos... me habré portado mal?, ¿no se supone que llega el 25 de Diciembre... y estamos a finales de Noviembre?, ¿no llega de noche y entra por...? ¡en mi casa no hay chimenea!, ¿no que viajaba en trineo con muchos renos... y se ha ido caminando, como llegó, y lo sigue un perro que le ladra mientras da la vuelta a la esquina?... A la semana siguiente un mensajero traía la foto y sin ninguna otra noticia del Santa Claus. Año con año caíamos, sonriendo a la espera que esa vez el regalo si fuera para nosotros.


Todavía me acuerdo de una tarde que fuimos los cuatro a comer pizza. Hablando con mi Mamá, ella también recuerda ese día y creo que fue por la cantidad de detalles que se juntaron e hicieron esos momentos inolvidables. El sitio era un Pizza Hutt sobre la Avenida Insurgentes, antes de llegar al estadio de CU. Un local muy acogedor, con mesas y bancos grandes de madera, y en el centro del lugar había un escenario muy pequeño donde sólo cabían los cuatro músicos que ahí tocaban. Era una banda como de las películas, vestidos con pantalón negro, camisa blanca y chaleco de rayas rojas y blancas, además de un sombrero negro y corbata.



Lo que más me gustaba de ese lugar era que tenía un enorme ventanal por donde podías ver cómo los cocineros elaboraban la masa y horneaban las pizzas; desde fuera y en el interior, donde pegada a la pared había un banco para que los niños pudiéramos montarnos ahí y mirar. Yo no me despegaba del ventanal desde que llegábamos, me gustaba ver todo el proceso, y una vez que ustedes habían pedido, tratar de adivinar cual era nuestra pizza. Me quedaba ahí hasta que veía cómo la ponían en la charola y decían nuestro número por el micrófono.

Ese era el ritual todas las veces, hasta que un día, mientras comíamos empezó a granizar. Cuando llegamos estaba todo seco, y cuando terminamos de comer y asomarnos a la ventana estaba todo blanco. Cayó tanto granizo que parecía que había nevado, las banquetas estaban cubiertas por lo menos unos 10 centímetros. Y eso, junto con el olor, el lugar en general, la música de la banda y el sucedáneo de la nieve me hizo sentir en otro lugar, en otro país, como en una película. Pero faltaba un detalle que tardó muy poco en completar el "cuadro". Cuando por fin pudimos salir porque ya había parado de caer el granizo, justo en la banqueta de enfrente iba caminando, como no podía faltar, un Santa Claus, completando así la postal navideña.


Trineo improvisado en nieve "improvisada"

Hemos estado en un lugares con nieve, como en el Desierto de los Leones o Contreras, no sé, quizás algún otro lugar de México, pero no tengo ningún recuerdo de eso. No sé cómo es el tacto de la nieve, se ha borrado de mi cabeza aunque si recuerdo el día en que nos tomaron esta foto. Recuerdo que Edgar, Beto, Güicho y yo nos sentamos encima de esa rama y tú nos arrastraste por ahí. Beny estaría chica y tal vez la cargaba mi Mamá. Me acuerdo que también iban mis tías Irma y Marta, y mi tío Humberto y Chiquis. Nunca he visto nevar y espero hacerlo pronto... aunque tenga que ir a Finlandia donde seguramente me toparé nuevamente con un Santa Claus. ese si será el verdadero y también espero que el regalo me lo pueda yo quedar después de tomarme la foto.
Tamales de iguanita (Café Tacvba)