Ángel de la guarda



No quise escribir hasta que empezara el 2009. Un año que empieza raro, pero que sabemos traerá cosas nuevas e importantes a nuestras vidas... por algo termina en 9, número de la suerte para mi Mamá y para mi.

El anterior dejó muchas cosas buenas y lo más importante es que lo hayamos vivido, de lo malo, mucho o poco, casi siempre me olvido. Aún así, al final parecía intrascendente el cambio de uno a otro, por eso lo de raro. La navidad no la vivimos igual, esta vez hubo menos ilusión o ninguna, y la noche de ayer pasó tranquilamente, como en silencio, con los miedos callados dentro y la esperanza pegada en la frente, no la vemos por mucho que miremos hacia arriba, pero sabemos que ahi está y confiamos en que no se caiga (como cuando de niños nos ponían una estrellita en la escuela, el premio por haber terminado bien la tarea). Y los motivos que hay para estar felices simplemente nos llenan por dentro, pero no los dejamos salir como otros años por temor a que se nos vayan de las manos así de pronto, como vinieron. Sólo los compartimos con los más cercanos, los demás ya tienen los suyos y estarán igual que nosotros. 

Todavía no soy capaz de entender lo maravillosa que es la tecnología en algunos casos, ¿cómo podemos tener guardado un sonido en un disco y escucharlo veces y veces, años y años?, ¿cómo es posible que una fotografía guarde instantes que ya no existen, segundos que se fueron justo antes de bajar la cámara? El poder que tiene escuchar una voz o ver una fotografía es muy grande, y es de las cosas que nos mantienen confiados en que las cosas deben ir bien cuando creemos que no.

Te voy a contar un secreto que dejará de serlo al escribirlo aqui. Hay una grabación, unos segundos de un momento metidos en un antigüo cassette. Es precisamente un sonido que, por lo menos yo, no hemos sido capaces de querer siquiera escucharlo. Es un temor a no sé qué que se sobrepone a la curiosidad. Y será necesario ponerlo en un CD si lo queremos conservar más años. Y llegará el momento que lo escuchemos, y pasarán esos segundos y creo que el temor es a lo que nos hará sentir. Un día, por error, le diste al botón de Grabar en lugar del Play, y quedó registrada tu voz en esa cinta. No sé lo que dices ni cuánto dura, pero sólo de pensar el volver a escucharte... (cuando cambié de voz me decían que era igual a la tuya).

En cambio ayer volví a oir la voz de mi Mamá y la de Beny; sólo escucharlas me reconforta mucho y recarga mis pilas de ilusión. Por eso hablaba antes de la importancia y el poder de escuchar eso, una voz. Aunque la tuya me imponga un poco de respeto todavía, pero respeto por lo que pueda yo sentir.

Y para terminar esta entrada y comenzar bien el año escribiré algo que nos enseñó mi Mamá desde que éramos pequeños. Hasta hoy todavía lo repito, todas las noches, y siempre con la imagen de ella al momento de acostarnos en la cama para dormir.

Ángel de mi guarda,
dulce compañía.
No me desampares
ni de noche ni de día.
No me dejes solo
que me perdería.

Nunca me ha fallado. Por cierto, ¿has comprobado que eso de la espalda no es una joroba con plumas sino alas?, ¿y lo que brilla arriba de tu cabeza no es una lamparita para que puedas leer en la oscuridad, sino una aureola? Digo, por si no te habías dado cuenta.