Cierra los ojos

Esa tarde me quedé esperando a que volvieras con Beny. Era jueves, como hoy. Dieron las 9 de la noche y nada, después de hacer la tarea, cenar algo y ver un poco la tele me preparé para ir a dormir, ya llegarían. Antes de acostarme dejé prendida la luz del cuarto de ustedes para que cuando llegaran no encontraran todo a oscuras. Y me dormí.

Sonó el despertador y me levanté. Parecía que solamente había cerrado los ojos por un instante, pues si no hubiese sido por la claridad de la mañana todo estaba exactamente igual como yo lo había dejado. Beny no estaba en la cama de al lado y en los segundos que tardé en salir e ir a ver el cuarto de ustedes iba pidiendo, rogando por dentro, que te encontrara a ti durmiendo y Beny a tu lado. Justo en la puerta me detuve y miré hacia arriba, el foco estaba prendido. Recorrí extrañado toda la casa intentando descubrir algún indicio que comprobara que alguien más había estado ahí esa noche, pero nada, todo estaba intacto, tal y como lo dejé horas antes.

Me metí a bañar sin dejar de pensar en qué podría haber pasado. En eso estaba, bajo la ducha, con el shampoo en la cabeza cuando escuché moverse la silla colgante de mimbre que meses atrás le habías regalado a Mamá por su cumpleaños. La silla colgaba de una cadena y cada vez que se movía hacía un sonido característico. El oír esa cadena moverse fue un alivio, en un instante la inquietud se me quitó. Aunque no dejó de parecerme raro no escucharlos pero pensé que por la hora que era Beny tenía que prepararse para ir a la escuela y tú también y entonces estarían apresurados sabiendo que yo estaba preparándome también.

Al salir del baño me encontré con la quietud y el silencio de antes pero con la diferencia de que la silla se estaba moviendo levemente. Y no fue ninguna corriente de aire pues todas las ventanas estaban cerradas. Ahora si, todo me parecía más extraño aun. Si en esa época hubiéramos tenido teléfonos celulares... por eso mismo no entiendo cómo hay gente que en algún momento deja apagado el teléfono o no lo lleva siempre consigo, aunque pensándolo bien, quizás sea precisamente por lo mismo, para no llevarse sorpresas inesperadas.

Cuando vivíamos en esa casa me iba caminando a la escuela, no era corto el camino pero era lo sificientemente largo como para poder pensar en muchas cosas. Ese viernes fue en lo único que pensé los 15 minutos que tardé en llegar a la secundaria. Y fue ahí cuando horas más tarde supe lo que había pasado.

Cuando volví a tener tiempo y ganas de pensar con claridad quise "rebobinar" mi memoria. Primero recordé el sueño que tuve esa noche. Soñé que me levantaba a ver si habían llegado ya Beny y tú, y al entrar en el cuarto te veía vistiéndote con un traje negro, te estabas poniendo los pantalones y ya tenías puesto el saco, pero mirando al suelo, como si no te dieras cuenta que te estaba mirando. Mientras te ponías los zapatos, sin dejar de mirar al suelo me decías como por telepatía que te ibas de viaje. Fue entonces cuando desperté con la sensación de que la noche había durado un instante.

La segunda cosa que recordé fue horas antes de llegar yo a casa. Eran como las cuatro de la tarde y me habías recogido en el coche pero no recuerdo bien de dónde. En el camino me dijiste que Beny se quedaría en el hotel hasta como a las 7 que pasarías a recogerla para que juntos se fueran a casa. Y a mí me recogiste para acercarme a casa a esa hora pues tenía tarea que hacer. Tú ibas a volver al trabajo unas horas más, de 4 a 7. Me preguntaste también que cómo me iba en la escuela. Fueron pocas cosas las que hablamos, y yo en esos momentos tenía una sensación extraña al respecto. No eran preguntas comunes y normales, por lo menos para ese momento, no hablabas igual que siempre, me mirabas mucho, como si quisieras decirme algo que ni tú mismo sabías. También tu cara era diferente, cuando hablabas conmigo me transmitías mucha serenidad y quizás era por la hora pero fuera el sol brillaba mucho, también la luz de ese día era diferente.

Nos detuvimos en la glorieta donde está la fuente de los caracoles, frente al Seguro Social. Terminamos de hablar, nos despedimos y me diste un beso. Me bajé del coche e inconscientemente me quedé ahí parado mirando cómo te alejabas por la Avenida Cobá. Recuerdo que el sol me daba de frente y tuve que protegerme con la mano para poder ver tu volkswagen gris hacerse cada vez más pequeño conforme se alejaba, hasta que desapareció. Crucé la calle y caminé a casa. Sin saber exactamente el por qué de esa rara sensación.

Días después Mamá quiso que le contara todo esto y no recuerdo si lo hice con tantos detalles. Beny seguramente no lo sabía o tampoco se acordará. Justo veintiún años después me doy realmente cuenta de lo importante que debió haber sido para ellas enterarse de cómo fueron esas horas antes de que, a lo lejos, dieras vuelta a la calle; y saber que fui el último de nosotros tres que te vio en persona.

En cuanto los japoneses se inventen el teléfono telepático me haré con uno y te llamaré para que me cuentes eso que no supiste decirme aquel día... espero que no lo tengas apagado o fuera de cobertura.


Beny y tú. A la izquierda mi abuelito Toño y detrás yo.
En el hotel Sheraton, donde terminaba la Zona Hotelera.
1987


Cierra los ojos (Fangoria)