Fragilidad


Hace dos días soñé contigo. Fueron sólo unos instantes en que te veía sentado muy tranquilo y con cara de felicidad. Me acerqué a ti, te abracé y te dije que te quería mucho, justo después desperté. Ayer, recordando eso, mi mente conectó con el recuerdo de aquel accidente que tuviste en la carretera a Tulum. Creo que habrían pasado sólo dos años más o menos desde que llegamos a Cancún, pero aunque con el tiempo ese acontecimiento quedó en un segundo plano y en mi caso apenas puedo recordar algunos detalles, quizás haya sido el preámbulo a lo que vendría después. Como una preparación emocional sin nosotros saberlo.

No sé en qué mes sucedió, ni si alguna vez fui al hospital a verte, creo que no. Pasaron varios días, quizás algunas semanas antes de que volvieras a casa. En ese tiempo, sin verte, la sensación que tenía era de frío, como de vacío, de irrealidad, pues sabía que estabas vivo pero no te había visto. Aunque Mamá nos decía que estabas bien y que pronto volverías a casa yo intentaba creerle pero en el fondo tenía miedo de que en realidad ya no estuvieras ahí y no sabían cómo decírnoslo.

Cuando por fin regresaste no podías caminar muy bien, te ayudabas de un bastón. En una de tus piernas había rasguños, así como en un antebrazo; quizás también rasguños en la cara, como de trocitos pequeños de cristal. A pesar de verte ahí todo me seguía pareciendo raro, tu actitud, la de Mamá, todo en general. Era como si no se quisiera hablar del tema para poder volver nuevamente a la normalidad, pero por el contrario recuerdo que Mamá ya había perdido la cuenta de todas las veces que contaste lo sucedido con lujo de detalles a los amigos y familiares.

Para ti debió ser muy importante saber que con la magnitud del accidente habías sobrevivido, habías vuelto a nacer. Pero esa importancia que uno ve que la gente le da a ese tipo de situaciones era diferente en nuestro caso. Yo me alegraba de que estuvieras ahí, pero como ya te dije, flotaba a nuestro alrededor una sensación extraña, era como si parte de ti ya se había empezado a ir y nos estaba avisando y preparando.

Tiempo después dejaste de usar el bastón y ya podías caminar mejor, pero las cicatrices de tu brazo y pierna no se borraron totalmente, y seguramente en tu interior seguía vivo el sentimiento que uno suele tener de poder faltar a las personas que quiere. Por no sufrir nosotros mismos no queremos pensar en que alguien cercano falte, pero creo que nos aterra más el que seamos nosotros los que dejemos a nuestros hijos, padres, amigos con esa fuerte sensación de vacío.

Con el paso de los años la costumbre, los recuerdos y los sueños van rellenando esos huecos hasta que llega el momento que no nos volvemos a sentir sólos o abandonados, sino todo lo contrario, por lo menos en mi caso y creo que en el de Mamá y Beny también.

De la misma manera pero en otro nivel, dentro de pocos días empieza el mes número 9 del año. Es como un nuevo comienzo, un renacer. Nos pasamos los ocho primeros meses sembrando, y es ahora cuando podemos sentirnos libres, relajarnos. En el verano somos incluso esclavos de la temperatura, pero es aquí cuando empieza el clima ideal, cuando no tenemos que cobijarnos por sentir frío ni asfixiarnos por las altas temperaturas. Podemos mojarnos con la lluvia o simplemente escucharla desde dentro de casa. Nos preparamos para volver a comenzar el ciclo.

Y la sonrisa que tenías en mi sueño era eso, me hizo saber que lo estoy haciendo bien.



Fragilidad (Presuntos Implicados)